Este 21 de agosto se cumplieron 39 años de una de las victorias más importantes del boxeo mexicano. Fue protagonizada por Salvador Sánchez, un hombre que a sus 23 años logró consolidarse como uno de los pugilistas más talentosos en la historia de México.
Salvador Sánchez Narváez, también conocido como ‘Sal’ Sánchez, nació en Santiago Tianguistenco, en el Estado de México, el 26 de enero de 1959. Salvador se inclinó en un principio por la lucha libre, pero Agustín Palacios Rivera impulsó su carrera como boxeador al inculcarle las bases y principios de dicho deporte.
Apenas a sus 16 años debutó como profesional consiguiendo una victoria por nocaut en tres asaltos. Desde un principio, el originario de Tianguistenco demostró grandes cualidades boxísticas y ganó por nocaut en sus primeras 18 peleas. Su única derrota fue por decisión dividida en 1977 frente Antonio Becerra en un combate por el cinturón vacante de peso gallo local. Desde entonces, Salvador no volvió a ser derrotado y logró conseguir una marca de 44 victorias, 32 por la vía del nocaut, un empate y tan sólo aquella derrota.
En 1980 llegó la oportunidad de Salvador Sánchez para convertirse en campeón del mundo. El mexicano consiguió el cinturón peso pluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) tras vencer por nocaut al estadounidense Danny ‘Coloradito’ López. Posteriormente tuvo nueve defensas exitosas en donde la más recordada es su combate ante el puertorriqueño Wilfredo Gómez en el Caesars Palace de las Vegas.
Wilfredo ‘Bazooka’ Gómez es considerado como uno de los mejores boxeadores en la historia de Puerto Rico. En aquel entonces se encontraba invicto, era campeón súper gallo del CMB y fue el primero en ser reconocido como ‘el verdugo de mexicanos’ ya que anteriormente había derrotado por nocaut a cinco boxeadores aztecas, entre ellos al invicto Carlos Zárate.
Wilfredo estaba tan confiado que aseguraba que Salvador “iba a llevarse una paliza que recordaría por el resto de su vida”. No obstante, ‘Sal’ Sánchez se mantuvo sereno ante las declaraciones previo al combate y el 21 de agosto de 1981 habló en el ring venciendo al boricua por nocaut técnico en el octavo asalto. Tanto para aficionados como para expertos, el nocaut de Salvador frente a Wilfredo es considerado como la victoria más importante de México frente a Puerto Rico en una contienda boxística.
A partir de ese momento Salvador se convirtió en un ídolo para los mexicanos. Su última pelea fue ante el ghanés Azuma Nelson, otro boxeador de élite que tiempo después fue reconocido como el mejor africano de todos los tiempos. El mexiquense se llevó la victoria por un nocaut en el décimo quinto round. Para muchos, fue la pelea más complicada de Sánchez.
Salvador siempre se enfrentó a lo mejor de lo mejor de los pesos pluma y sus victorias lo apuntaban para colocarse como uno de los mejores boxeadores en la historia del país. Sin embargo, el destino se interpuso cuando se preparaba para una segunda pelea contra Juan Laporte. En el verano del 82 un accidente automovilístico le arrebató la vida a la estrella del boxeo de 23 años.
A pesar de su temprana muerte, Salvador fue reconocido como uno de los más grandes boxeadores de México. En 1981 The Ring Magazine lo nombró como el boxeador del año junto a Sugar Ray Leonard. En 1991 fue ingresado al Salón Internacional de la Fama y en el 99 la Associated Press colocó a Sánchez como el tercer mejor peso pluma del Siglo XX.
Salvador Sánchez poseía una técnica única. Era un boxeador de pies ágiles y ligeros, utilizaba hábiles movimientos de cabeza para esquivar y lanzar contragolpes letales, tenía un gancho de izquierda bien entrenado y, además, gozaba de una excelente condición física.
Los dotes que caracterizaban a Salvador Sánchez pudieron consolidarlo como el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos, incluso por encima de Julio César Chávez, aseguran aficionados que tuvieron la fortuna de verlo pelear. ¿Pudo haber logrado tal hazaña? Eso nunca se sabrá. Lo que es indudable es que Salvador Sánchez es una leyenda que nunca morirá.