En busca de un campeón

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Los gimnasios de boxeo en México han sido clave para forjar grandes campeones. En esta ocasión presentamos una crónica sobre la Arena Constitución, escuela de box en Zapopan, Jalisco.

Comaparte

Estaba con Jamin en el segundo piso de la Arena Constitución; es el encargado de dicho gimnasio. Un hombre de 35 años, alto y de cabello largo. Una vez que llegué al recinto lo conocí y me mostró el lugar. 

Tres sillones y una pequeña área de cafetería formaban parte del segundo piso. En las paredes había cuadros. Eran Salvador Sánchez, Rubén Olivares, Raúl Macías, José Nápoles, leyendas de los años 70 y 80 que establecieron las bases para convertir a México en un país de gran tradición en el box. 

«Es parte de la esencia de este gimnasio. En lugar de colocar cuadros con imágenes del ‘Canelo’ Álvarez o Juan Manuel Márquez, que son campeones más actuales, quisimos dar un toque retro con campeones de antaño, que los jóvenes que lleguen aquí no sólo les guste practicar este deporte, sino también se interesen en su historia», expresó mientras observaba la ventana que daba vista a la Colonia Constitución. 

Lo que ahora se le llama “la consti” antes era conocido como el rancho Santa Eulalia, una zona de tierra y baldíos propiedad de la familia Manzano, que ante el arribo de familias provenientes de diferentes áreas rurales del estado de Jalisco, decidieron fraccionar y vender los terrenos para edificar viviendas a principios de los años 60. 

De esta manera empezó a conformarse la colonia, rodeada por espacios de cultivos que en gran parte eran trabajados por las personas que llegaron de las zonas rurales. Con el paso del tiempo la colonia se fue expandiendo, siguieron arribando personas incluso en el transcurso de los años 80. 

El comercio se convirtió en la actividad económica principal de la colonia. Cuando recorres el barrio es común encontrarse con abarrotes que surten sus productos al mayoreo y menudeo, toda clase de negocios, desde locales de ropa hasta veterinarias. 

Al llegar al corazón del barrio está el Centro Cultural Constitución, antes conocido como el Mercado Bola, construido con la intención de atender la demanda de alimentos que requería la creciente población de la colonia. Éste fue derrumbado en el 2012 para construir el Centro Cultural. No obstante, el comercio y el trabajo duro están presentes en los alrededores. Los negocios y locales abren al salir el sol, madres acompañadas de sus hijos llegan a surtir la despensa, hombres descargan la mercancía para surtir su local, farmacias, puestos de ropa, fruta, verdura, juguetes, carnicerías, cremerías, puestos de comida; tacos, tortas ahogadas y comida casera. El centro del mercado, conformado por una glorieta, es constantemente transitado por carros, motocicletas y transporte público. Es difícil encontrar un lugar donde estacionarse si llegas después de las 8 de la mañana. Puedes estacionarte alejado de la zona del mercado y caminar un poco, o que un “viene viene” te encuentre un espacio. 

Entre esas calles abastecidas de negocios y trabajadores se encuentra la Arena Constitución. Un pequeño anuncio te muestra que llegaste al lugar, a primera vista parece pequeño, pero al atravesar el pasillo de recepción te encuentras con un gran espacio. En el centro está el cuadrilátero, a su lado hay espejos, equipo para entrenar, una báscula y un gran cartel con el nombre “Arena Constitución”. Hasta atrás se encuentran los costales y peras de boxeo. El techo de la arena está conformado por grandes láminas, estructuras antiguas y lámparas, una remarca sobre las demás porque está justo arriba del ring. 

Los integrantes del gimnasio están en absoluta concentración, entrenando con esmero; saltar cuerda, trabajo de sombra, abdominales, flexiones, golpear al costal. El entrenador da las órdenes, ellos las siguen, atentos, buscando mejorar y centrando la mirada en su objetivo. 

Dos muchachos terminaron de entrenar y llegaron a recepción a platicar con Jamin. Uno de ellos preguntó por ‘el campeón’, él respondió que estaba en el segundo piso. Entonces bajó ‘el campeón’, un hombre de aproximadamente 60 años, estatura media, un chaleco anti reflejante y cubrebocas. Ambos se acercaron a él para saludarlo, ‘el campeón’ los atendió con gusto y luego se despidió de ellos. 

Se trataba del padre de Jamin, Jorge Alemán. Nació en la ciudad de Guadalupe, en Nuevo León, pero llegó al barrio de la Constitución cuando tenía 10 años, en 1968. 

– Una vez me buscó pleito un chiquillo de unos 17, 18 años y yo tenía como 13. No le tuve miedo, pero me golpeó tremendamente. Mi papá se dio cuenta y tenía un amigo que iba al Coliseo y le dijo que me llevara para ver qué aprendía -expresó ‘el campeón’ al recordar cómo empezó a boxear. 

Jorge tuvo 50 peleas como boxeador amateur y 4 combates como profesional. Su primera pelea como amateur la ganó por decisión dividida. Al hablar de su primer combate recordó lo difícil que resultó. El daño de los golpes los resintió al terminar la pelea con dolores de cabeza y ganas de vomitar. El dolor lo hizo dudar sobre su capacidad para seguir boxeando. Finalmente su manager lo convenció con una sola condición: que le enseñara a noquear. 

-¡Y ándale que me enseñó a noquear! Todas las peleas ya fueron ganadas una a una por nocaut en el primer o segundo round -su mirada derrochaba orgullo y un poco de sorpresa aun con el pasar de los años.    

En 1976 ganó el Torneo de los Barrios y un año después fue campeón de los Guantes de Oro. Una vez consolidado como amateur, Jorge se convirtió en profesional y ganó sus cuatro peleas por nocaut. Un accidente ya no le permitió continuar con su carrera como boxeador profesional. Sin embargo, su afición por el box se la transmitió a sus hijos. Les enseñó los principios de este deporte y la disciplina que representa. Jamin y sus hermanos practicaron box sin la intención de ser profesionales, pero sí con el propósito de saber defenderse, mas no ser agresivos. Para ellos fue un método de conducta y formación. 

A partir de ese momento, Jamin decidió abrir un gimnasio de box en el barrio donde crecieron él y su familia, en la Consti. 

-¿Desde que entrenabas con tu papá ya pensabas en abrir un gimnasio aquí? -le pregunté a Jamin mientras atendía a una persona en recepción.  

-Desde hace tres años había intentado abrir uno, pero apenas este año pude. 

Un año antes, Jamin se había encontrado con un local abandonado entre las avenidas Venustiano Carranza y San Jorge. Anteriormente era un taller mecánico, pero ahora un letrero viejo y carcomido señalaba que el espacio estaba en renta. El dueño era un señor conocido como Don Roberto, un hombre de la tercera edad, impaciente por encontrar un inquilino. Al saber el propósito para el que iba ser utilizado su viejo local despertó un enorme interés. Don Roberto fue boxeador en su juventud, tuvo la fortuna de ver una pelea en las Vegas en primera fila, sacó anécdotas en cascada que resultaron en una larga charla. Pero surgió el primer reto: el precio. Era muy elevado, no podían pagar. El tiempo transcurrió y para entonces el covid ya había llegado a México. La crisis impactó a tal grado que las rentas bajaron. Era el momento. Jamin aprovechó la oportunidad para montar el recinto.

En su búsqueda por adquirir equipo y herramientas para conformar el gimnasio, Jamin se fue introduciendo al medio boxístico. Conoció a boxeadores y entrenadores que se habían quedado sin espacio para practicar debido a que la pandemia obligó a sus gimnasios a cerrar. Los cobros de los servicios básicos como la luz y el agua orilló a sus dueños a tomar tal decisión. Fue así como algunos se unieron una vez que las condiciones lo permitieron. 

Uno de ellos es Joel García González, un joven de 15 años originario del Zapote del Valle, de estatura media, complexión delgada y tez clara. Ayuda a sus padres en un negocio de ropa. Para llegar al gimnasio agarra un camión que lo deja en el Agua Azul, y una vez ahí, toma otro autobús para llegar a la Constitución. 

Comenzó a boxear desde que estaba en quinto de primaria. Al principio duró cinco meses, pero regresó tres años después gracias a un conocido de sus padres llamado Rigoberto ‘español’ Álvarez, uno de los hermanos de ‘El Canelo’. Él les insistió para que volviera a entrenar. 

-Unos boxeadores se meten por hacer deporte y otros porque se quieren poner guapos, pero yo lo hago porque a mí me gustan los golpes -explicó Joel- Siempre fui un niño que en donde quiera me peleaba, conocí el boxeo y dije: “aquí es lo mío”.

-¿Cómo sentiste tu primera pelea? 

-Mucho miedo, la adrenalina, demasiado miedo. Te subes al ring, sientes el primer golpe y se baja el miedo, llega la adrenalina de querer golpear y estar recibiendo golpes.

-¿Y sigues peleando en las calles? 

-No, dejas de pelear en la calle. Ya no te dan ganas. Aunque te busquen problemas, le das la vuelta.  

Luego de un tiempo entrenando, Joel alcanzó el nivel amateur. Su mayor sueño es ser campeón del mundo, por su hermana, a quien honra con un tatuaje en el cuello. 

-Se llamaba Katherine, ella murió en febrero de cáncer. Ella me lo dijo, que siguiera en el boxeo, que me iba a ir muy bien. Ella me estará cuidando desde arriba para cumplir todas mis metas. 

La situación de su hermana lo orilló a alejarse del box, a dejar torneos como los Guantes de Plata y Guantes de Oro. Al poco tiempo, el gimnasio donde entrenaba cerró, ya que su dueño no pudo seguir pagando renta. Entonces conoció la Arena Constitución gracias a Frank, su entrenador. Ambos se unieron al gimnasio y actualmente se preparan para una nueva pelea. 

Frank es un hombre de 47 años, de tez oscura y complexión mediana. Él proviene de Cuba, el acento de su país lo tiene marcado. Al igual que ‘el campeón’, las peleas callejeras lo llevaron al box. Un profesor del barrio lo llevó a su gimnasio y a los 8 años dio sus primeros pasos en el deporte. Estuvo en la preselección de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata, Argentina en 1995. Tiempo después llegó a México luego de casarse con una mujer tapatía. 

Frank tiene un aspecto serio, incluso imponente en la primera impresión. Cuba es un país que domina el boxeo en los Juegos Olímpicos, cuenta con más de 70 medallistas en dicha disciplina. Al preguntarle sobre el estilo cubano su expresión de seriedad cambió, ahora era carisma. 

-El boxeo cubano es algo que tiene que venir con el ADN del cubano. Entre salsa, música, baile; mucha coordinación-Frank explicaba con entusiasmo- de ahí es donde viene ese estilo brillante, atractivo y alegre del cubano. En el ring danzan, mucho juego de piernas. 

La situación política de Cuba no permite que sus boxeadores asciendan al nivel profesional, por ello muchos se quedan como amateur y compiten en los Juegos Olímpicos. 

-Tengo un ejemplo, ‘Mantequilla’ Nápoles, hubiera dado la vida por conocerlo, brother -Era paisano de Frank, los dos nacieron en Santiago de Cuba- En cuanto triunfó la revolución y vio el sistema que quería implantar Fidel Castro, se salió de la isla e hizo una carrera brillante. Si se hubiera quedado aquí en Cuba, no hubiese sido campeón del mundo. 

-Otro gran boxeador de Cuba fue ‘Kid’ Chocolate, ¿verdad? Un campeón de los años 30. 

-¡¡¡Aaah el mejor de los cubanos!!! -expresó- El mejor profesional de todos los tiempos fue ‘Kid’ Chocolate. 

Frank llegó a conocerlo, conversó con la leyenda cubana en varias ocasiones. Le dejó la elegancia del boxeo cubano, conocimientos que busca transmitir a sus estudiantes, hacer del boxeo un deporte alegre, pero sin dejar esa garra que caracteriza al mexicano. Desde que estaba en Cuba le enseñaron que el boxeo es un arte, el arte de golpear y que no te golpeen. 

-¿Cómo puedes describir al boxeador mexicano? 

-¡Ah hermano! Lo que tienen los mexicanos es esa agresividad. Hasta el último asalto los mexicanos están dando batalla. El boxeador que no ha peleado con un mexicano, no se puede considerar tan bueno como se puede pintar, brother. Yo busco esa combinación, que el mexicano tenga la coordinación de piernas que tiene el cubano y la agresividad que los caracteriza a ellos.

En el año 2002, un boxeador jalisciense consiguió el campeonato Supergallo del CMB tras noquear en el primer round a Willie Jorrín. Su nombre es Óscar Larios, pero en Guadalajara es mejor conocido como ‘Chololo’. Larios era un boxeador aguerrido, en cada pelea buscaba amarrarse a sus rivales y pulverizarlos con volados y uppers en la zona del rostro. Una de sus peleas más recordadas es su encuentro ante Manny Pacquiao en Filipinas. Ese día ‘Chololo’ perdió por decisión unánime, pero demostró su poder con combinaciones que aturdieron al ‘Pacman’. 

El audaz estilo de Larios queda plasmado en las personas que entrenan en su gimnasio. Así lo describe Roberto Carlos Álvarez, llamado ‘parce’ por sus amigos. Es un joven de 26 años, amable, los integrantes más jóvenes lo siguen. Nació en Colombia, de ahí su apodo. Sus padres son mexicanos, así que regresó a México a temprana edad. Su padre y sus hermanos dan clases de tenis, pero él se fue por el box. A los 16 años comenzó a entrenar en el gimnasio del ‘chololo’. Años más tarde inició su trayectoria como profesional, pero tuvo que retirarse por problemas de la vista, sus córneas se empezaron a deformar. 

-Los ojos son los reflejos, es la vida de un ser humano. Preferí cuidar de mis ojos y mejor retirarme para dedicarme a entrenar. 

Roberto lleva seis años dedicándose únicamente a entrenar. Anteriormente trabajaba en un gimnasio llamado Round 12, pero los problemas de la pandemia de covid-19 hicieron que cerrara. Jamin lo buscó y se contactó con él, así llegó a la Arena Constitución. 

Mientras algunos gimnasios resentían los estragos de la pandemia, la Arena Constitución consiguió abrir sus puertas. Recibieron buena respuesta, pues no sólo boxeadores con experiencia se unieron, sino también gente nueva. Sin embargo, la pandemia también los ha obligado a tomar medidas; protocolos antes de entrar, mantener distancia y uso de cubrebocas. 

-Estás entrenando bien y de repente te cierran, cambian los horarios y diferentes trabas que bajan el rendimiento. -describe Roberto- Ponle que cierran el gimnasio una semana y en esa semana ya no hiciste nada, pero los planes están puestos adelante, te caen peleas, va a haber sparrings y se te caen. Toda una preparación se te acaba. 

Fernando Ruvalcaba es otro boxeador amateur que se unió a la Arena Constitución luego de que quebrara el gimnasio donde entrenaba. Tiene 18 años, es de la misma Consti, trabaja con sus papás en un local de cereales que está por el mercado. Empezó entrenando en COMUDE Zapopan, después en el gimnasio del Chepo Reynoso, y posteriormente en un gimnasio que estaba a espaldas de la Arena Constitución. 

Fernando es tranquilo, señala que no es de salir mucho a la calle. Empezó a boxear porque le apasionaba desde pequeño, su sueño es ser campeón del mundo e igualar al ‘Canelo’, el boxeador que más admira. También busca sacar una licenciatura, le gustaría estudiar arquitectura. A pesar de ser una persona serena es un peleador contundente. Ha tenido once peleas, empató una y el resto las ha ganado por nocaut. 

Luego de que cerró el gimnasio, Fernando estuvo cinco meses sin entrenar y aumentó 25 kilos, así que ahora busca regresar a su peso natural para recuperar su condición. Describe que en la Arena Constitución ha trabajado mucho en pierna y cintura, por lo que ha adquirido velocidad. 

-Todavía no están terminados los arreglos del segundo piso. Faltan cosas por agregar y reparar -dijo Jamin. 

-Se ve bien ahora -contesté, aún observaba los cuadros.

Era día de sparring, un encuentro entre dos boxeadores del gimnasio estaba por iniciar. 

-Vamos abajo a ver -dijo Jamin. Bajamos las escaleras y nos reunimos con el resto de los integrantes que también querían observar el encuentro. 

Estábamos alrededor del ring, los boxeadores que iban a pelear estaban arriba hablando con los entrenadores. Una vez que terminó la charla ambos peleadores estaban listos. Sonó el timbre que indicaba el inicio del sparring, los dos boxeadores caminaron hacia el centro y chocaron los puños en señal de saludo y respeto. Entonces arrancó la pelea. 

El cuadrilátero retumbaba con los pasos de los boxeadores al utilizar el juego de piernas para moverse, coordinarse y esquivar los ataques. Pero lo que más se escuchaba eran los golpes; ganchos, volados, japs y uppers lanzados con gran fuerza para lastimar al adversario. 

El encuentro inició con gran intensidad, ambos integrantes buscaban hacerse daño desde el comienzo. Los golpes al hígado, al abdomen y al rostro resonaban alrededor de la arena, todos observábamos con atención, en especial los entrenadores que miraban desde sus esquinas. Ellos gritaban con energía, daban órdenes, señalaban qué corregir y dónde atacar: “¡No bajes la guardia!”, “utiliza las piernas, muchacho, ¡utiliza las piernas!”, “¡maneja más el jap!”, si no alcanzaban a señalar algo en el transcurso del round, se lo comentaban a sus pupilos una vez que éste terminaba. 

Transcurría la pelea y el agotamiento de los boxeadores se hacía cada vez más notorio, pero seguían yendo hacia el frente, rara vez recurrían al clinch. Ambos seguían golpeando con fuerza y trataban de mantener la guardia en todo momento. Un golpe hizo que uno de ellos escupiera su protector bucal, pero en lugar de parar, éste aprovechó para lanzar un contragolpe y llevar a su rival contra las cuerdas. 

El sparring terminó, ambos boxeadores se quitaron sus protectores y sus guantes y se dieron la mano, después se bajaron y conversaron un rato. Todos los integrantes regresaron a su entrenamiento. 

Me dirigí con Jamin. Charlamos sobre box. Me surgió la pregunta de qué lleva a la gente a practicar un deporte que consiste en hacerle daño a tu oponente. 

-Yo creo que las ganas de querer hacer algo. Aquí no te meten goles o canastas, aquí te pegan y por eso lo tienes que tomar en serio. Entrenas o entrenas, no puedes jugar. En la Consti hay gente muy luchona, que puede practicar este deporte en serio, ese es otro motivo por el que quise montar este gimnasio aquí.

-La Consti es un barrio grande, puede que algún día encuentren un gran peleador. 

-Sí, el próximo campeón del mundo está aquí en la Consti. Ya nació, ya está aquí, sólo le faltaba un gimnasio donde entrenar. 

Antes de salir del gimnasio observé los cuadros del segundo piso por última vez. Me despedí, todos siguieron trabajando en absoluta concentración. Finalmente Jamin me dijo: “Por ahora tenemos cuadros de esas leyendas, pero algún día también estarán campeones que hayan entrenado aquí”.

Comaparte

1 pensamiento sobre “En busca de un campeón

  1. Hola jose!!quiero agradecerte esta gran crónica, en verdad escrita en un orden de tiempo perfecto, y con gran sentido de realidad, nos sirve de motivación para realizar él sueño de crear no uno, sino varios campeones del mundo, y obvio, tú serás el primer cronista de este gimnasio ARENA CONSTITUCION. Muchas gracias y siempre para servirte, juntos creando campeones. Un afectuoso abrazote y mis bendiciones

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